viernes, 24 de octubre de 2008

En el ruedo.



Toros y toreros.

Los primeros, son aquellas personas que van siempre de cara, con una actitud muy proactiva, que afrontan los problemas con energía y bastante convicción. Siempre quieren solucionar las cosas y ayudar. Por tanto, metafóricamente, embisten los problemas e intentan "cornearlos".
Los segundos, son aquellos que no afrontan los problemas de cara, sino que sacan su capote y proceden a "torearlos" sin hacer nada más, dejando pasar el tiempo sin tomar decisiones relevantes.
Está claro que podemos establecer categorías dentro de cada grupo, por ejemplo, en función de la ganadería del toro, o de la maestría del torero, pero para mí eso no es demasiado significativo.
Lo que sí me parece relevante es cuando se da la relación entre un toro y un torero, porque acaba ocurriendo siempre lo mismo: El toro embiste los problemas. Intenta hacer, ayudar, trabajar, dedica energía y empeño, pero acaba exhausto, frustrado, y malherido, con un torero que le va clavando "banderillas" continuamente, avivando su embiste pero recordándole que no lo está haciendo todavía bien.
Ni que decir tiene que son los toros los que piden ayuda, porque son conscientes que alguna cosa no funciona. Se sienten cansados y heridos, culpables por no saber hacer las cosas mejor, creyendo que son el motivo de la infelicidad de su entorno más inmediato.
Los toreros, desde luego, no la pedirán jamás; eso para los débiles. Son tonterías de manual de autoayuda, y sólo aceptan que la pida el toro para que sepa ser mejor toro, pero ellos viven deslumbrados por los reflejos de su traje de luces, y no ven nada más allá.
¿Qué pasa cuando el toro hace un proceso de reflexión que le resulta útil?
Pues que se da cuenta que el coso es más grande que la porción donde está el torero, y generalmente decide cornear en sitios más productivos. Eso en los peores casos, porque la mayoría deciden que no vinieron a este mundo para morir en una plaza pública, y se van al campo, que es un sitio más interesante para explorar, que el simple capote rojo de un torero.
Y cuando esto ocurre, el torero se queda solo en medio de la plaza. Y ¿cómo puede brillar el torero sin un toro que torear? Las maldiciones retumban en un plaza que siempre se queda vacía... ¿Qué sentido tiene alguien solo, con un ridículo traje dorado?

P.D. Éste texto en casi su totalidad está copiado en la red. Creo que es muy útil su contenido y nos hace contemplar la vida desde el albero


1 comentario:

  1. Jose muy bien elegido, de verdad hay muchos símiles entre los toros y la vida, esa magia cuando toro y toreo se comunican y se nota en la plaza y se lucen los dos gustándose, eso es el equilibrio y es muy difícil de ver, como en la vida, yo ahora mismo lo estoy recibiendo a porta gallola.
    Me importa un huevo el futuro, me he visto obligado a ello, tengo que ganarme a la plaza, miraré al tendido mientras lo toree os va a gustar, no le cortaré nada porque le van a indultar, os gustará. Jose besame a la buena gentecita tuya.

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