sábado, 17 de marzo de 2012

Unos segundos ausente...

Mi organísmo ayer tuvo un pequeño, pequeñísimo accidente, pero bastó para recordarme que la gente somos idiotas de atar, perdiendo el tiempo por ahí.
Al extraerme sangre para un análisis rutinario, mi mente se nublo,mi vista se apagaba y sentí un instante de rabia e impotencia, cuando soltaba mi bolsa de mano y mis gafas de sol caían al suelo sin piedad.

Lo material volvía a la tierra,la materia viva y mortal se desvanecía irremediablemente tras la falta de riego sanguíneo a mi cerebro. De repente me encontré

a merced de la suerte, desplomado en el suelo. El chico fuerte y robusto que estaba sentado junto a mí, me miró incorporándose a sus asuntos.

Mientras la enfermera me decía que la vez próxima habría de tumbarme en una camilla por sucederme estas cosas, mi corazón bombeaba sangre instintivamente, aferrándome a la vida clara. Un sudor helado corría por mi cara.

A los cinco minutos estaba recuperado totalmente.

Así de estrecha es la línea de la vida y de la muerte.

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