martes, 12 de julio de 2011

El deseo del buscador...


Una mañana, hace cientos de años, el místico sufí Sheikh Farid se dirigía hacia el río a tomar su baño diario.
Un buscador lo siguió y le dijo: “Por favor, espera un minuto. Pareces tan lleno de lo divino; pero yo ni siquiera siento un deseo por ello. Pareces tan loco, y observándote he sentido que debe haber algo en ello. Eres tan feliz y extático y yo soy tan desgraciado; pero aún así no aparece en mí el deseo de buscar lo divino. Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo crear el deseo?”.


Farid miró al hombre y le dijo: “Ven conmigo. Voy a tomar mi baño matutino. Báñate conmigo en el río y quizás la respuesta pueda ser dada mientras te bañas. De otra forma, veremos después del baño. Ven conmigo”.
El hombre se quedó un poco intrigado. Este Sheik Farid parecía un poco loco; ¿cómo iba a responderle mientras se bañaba? Pero se dijo que nadie sabe cómo actúan los místicos, así que lo siguió.
Ambos se metieron en el río y, cuando el hombre se estaba sumergiendo, Farid saltó sobre él y le hundió la cabeza bajo la superficie del agua.
El buscador, al principio, pensó que Farid estaba bromeando, pero después la cosa se puso seria. ¡No lo soltaba! Se puso a luchar con él. Farid era un hombre muy pesado y fuerte, y el buscador era muy delgado.
Pero, pese a la diferencia de tamaño, el buscador al fin arrojó a Farid a un lado, saltó sobre él y le dijo: “¿Eres un asesino? ¿Qué estás haciendo? Soy un pobre hombre. Sólo he venido a preguntarte cómo puede surgir en el corazón el deseo de buscar lo divino, ¡y tú ibas a matarme!”.
Farid le dijo: “Espera. Primero, unas preguntas. Cuando te empujaba hacia abajo y te estabas asfixiando, ¿cuántos pensamientos había en tu mente?”.
El hombre contestó: “¿Cuántos? Sólo uno: cómo salir afuera a respirar”.
Farid preguntó, “¿Cuánto tiempo se prolongó ese pensamiento?”.
El hombre respondió, “Tampoco eso permaneció allí durante mucho tiempo, porque mi vida estaba en peligro. Puedes permitirte el pensar cuando no arriesgas nada. Mi vida estaba en peligro y hasta ese pensamiento desapareció. Entonces, el salir fuera del agua no era un pensamiento: era todo mi ser”.
Farid le dijo: “Lo has comprendido. Esta es la respuesta. Si te sientes asfixiado en este mundo, presionado por todos lados, y si sientes que nada va a pasar en este mundo excepto la muerte, entonces, el deseo de buscar la verdad, o Dios, o como quieras llamarlo, surgirá. Y eso tampoco durará mucho. Poco a poco ese deseo deja de ser un deseo, se convierte en tu ser. La sed misma se transforma en tu ser”.
- “Te he mostrado el camino”, dijo Farid. “Ahora puedes irte”.


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