lunes, 27 de septiembre de 2010

Un mar sin fin...




Hoy ha sido un día muy duro, de muchas horas... menos mal que en ésta casa nos ayudamos todos. Resultaría imposible llegar a todo, como hoy, que ya no puedo más.

Me gusta madrugar e ir caminando al trabajo ir al compás de la mañana, tomar un buen café y como nó, un pinchín con pan calentito.

Me satisface ver la evolución de la librería porque son ideas creativas nuestras que culminan con los comentarios de la gente, cuando nos dicen que el local empieza a coger un aire más serio y comercial; las novedades descansan en la estanterías, esperando que una mano se acaricie con sus portadas aterciopeladas.

Resulta gratificante cómo voy adquiriendo experiencia con la mercancía que vendo.
Cada bolígrafo, cada pliego de colores, empaquetar en papel de regalo, imaginando al receptor que suele ser un niño...

Cuando aconsejas y convences; como ésta mañana, cuando vendí un precioso ejemplar de Gerónimo Stilton para un niño de siete años. Es fantástico recibir la gratitud como principal recompensa, es genial colocar una piruleta de fresa pegada con una felicitación en el decorado lomo del libro.

Coordinación y memoria, ese es el juego prodigioso si algo lo haces porque te gusta o lo conviertes en que te guste como es mi caso. Porque no hay otra que adaptarse y seguir luchando por lo que crees que puede ser bueno para tí...

No tengo tiempo para mucho más... con mis hijas,con nuestro trabajo y nuestros problemas diarios. ¿Quien tiene tiempo para preocuparse de más?

Os dejo... con Gerónimo Stilton




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