martes, 8 de septiembre de 2009

" Mangas verdes "


Observo, que parece ser violento saludar al compañero taxista que se para coincidiendo contigo a la par en un semáforo, (por eso paramos palmito mas adelante o palmito mas atrás).

Zaragoza es grande pero es pequeña al mismo tiempo y como ya he dicho muchas veces para bien y para mal.

Y no puedo comprender que en varias ocasiones después de vernos los caretos durante más de veinte años en semáforos, talleres y en otros sitios, no llegamos a cruzar ni siquiera un saludo, una palabra en ningún caso, pero de repente les llegó la jubilación y la paz, entonces ocurre lo siguiente:

  • Te miran y sonriendo, te saludan desde la acera y en su paseo matinal de jubilado. Es la hora deseada por muchos (no en mi caso, por cierto). Entonces renace el ser humano que llevamos dentro(allá en el alma quiero decir), el que todo lo ve de diferente forma, de una manera tierna y paternal. Cuando uno está al pie del cañon en medio de contrariedades, problemas y otras asuntos, no se aprecian las verdaderas "prioridades".

Necesitamos el cariño que un día no dimos, por "no ser prioritario" o por miedo al rechazo.

-¡Quien sabe cual fué el motivo!, pero lo difícil es luego encontrar a quién escuche la historia de tu vida.

Yo era para los ojos del compañero jubilado, el taxista joven e irresponsable, que no sabía muy bien en que mundo me había metido. Al que apuntaron con el dedo desde el corrillo cotilla, desde la parada del Hospital Clínico o desde la parada de la Plaza de Roma.

Pero, ahora sin ser joven ni mayor, lejos de mi jubilación por tener 41 años todavía, he decidido y estoy aprendiendo a saludar a esos jubilados excompañeros que miran de reojo.
Estrecharles la mano si fuese necesario y preguntarles por su nueva vida y por su salud que es lo que más me intriga: ¿Se puede llegar a ser jubilado con cuarenta años detrás de un taxi, currados?

En cuanto a mis nuevos compañeros, mucho más jóvenes y mas hábiles que yo, sin esperar nada a cambio, tampoco les cierro la puerta a un nuevo encuentro o saludo cordial, si se dan las circunstancias.

No quiero que se piense:

- ¡A buenas horas saludas, mangas verdes!


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