lunes, 25 de enero de 2010

Otra de Pérez Reverte

EL SÍNDROME DEL CORONEL TAPIOCA


"Hace treinta y dos años desaparecí en la frontera entre Sudán y Etiopía. En realidad fueron mi redactor jefe, Paco Cercadillo, y mis compañeros del diario Pueblo los que me dieron como tal; pues yo sabía perfectamente dónde estaba: con la guerrilla eritrea. Alguien contó que había habido un combate sangriento en Tessenei y que me habían picado el billete. Así que encargaron a Vicente Talón, entonces corresponsal en El Cairo, que fuese a buscar mi fiambre y a escribir la necrológica. No hizo falta, porque aparecí en Jartum, hecho cisco pero con seis rollos fotográficos en la mochila; y el redactor jefe, tras darme la bronca, publicó una de esas fotos en primera: dos guerrilleros posando como cazadores, un pie sobre la cabeza del etíope al que acababan de cargarse.

Lo interesante de aquello no es el episodio, sino cómo transcurrió mi búsqueda. La naturalidad profesional con que mis compañeros encararon el asunto. Conservo los télex cruzados entre Madrid y El Cairo, y en todos se asume mi desaparición como algo normal: un percance propio del oficio de reportero y del lugar peligroso donde me tocaba currar. En las tres semanas que fui presunto cadáver, nadie se echó las manos a la cabeza, ni fue a dar la brasa al ministerio de Asuntos Exteriores, ni salió en la tele reclamando la intervención del Gobierno, ni pidió que fuera la Legión a rescatar mis cachos. Ni compañeros, ni parientes. Ni siquiera se publicó la noticia. Mi situación, la que fuese, era propia del oficio y de la vida. Asunto de mi periódico y mío. Nadie me había obligado a ir allí.

Mucho ha cambiado el paisaje. Ahora, cuando a un reportero, turista o voluntario de algo se le hunde la canoa, lo secuestran, le arreglan los papeles o se lo zampan los cocodrilos, enseguida salen la familia, los amigos y los colegas en el telediario, asegurando que Fulano o Mengana no iban a eso y pidiendo que intervengan las autoridades de aquí y de allá –de sirios y troyanos, oí decir el otro día–. Eso tiene su puntito, la verdad. Nadie viaja a sitios raros para que lo hagan filetes o lo pongan cara a la Meca, pero allí es más fácil que salga tu número. Ahora y siempre. Si vas, sabes a dónde vas. Salvo que seas idiota. Pero en los últimos tiempos se olvida esa regla básica. Hemos adquirido un hábito peligroso: creer que el mundo es lo que dicen los folletos de viajes; que uno puede moverse seguro por él, que tiene derecho a ello, y que Gobiernos e instituciones deben garantizárselo, o resolver la peripecia cuando el coronel Tapioca se rompe los cuernos. Que suele ocurrir.

Esa irreal percepción del viaje, las emociones y la aventura, alcanza extremos ridículos. Si un turista se ahoga en el golfo de Tonkín porque el junco que alquiló por cinco dólares tenía carcoma, a la familia le falta tiempo para pedir responsabilidades a las autoridades de allí –imagínense cómo se agobian éstas– y exigir, de paso, que el Gobierno español mande una fragata de la Armada a rescatar el cadáver. Todo eso, claro, mientras en el mismo sitio se hunde, cada quince días, un ferry con mil quinientos chinos a bordo. Que busquen a mi Paco en la Amazonia, dicen los deudos. O que nos indemnicen los watusi. Lo mismo pasa con voluntarios, cooperantes y turistas solidarios o sin solidarizar, que a menudo circulan alegremente, pisando todos los charcos, por lugares donde la gente se frota los derechos humanos en la punta del cimbel y una vida vale menos que un paquete de Marlboro. Donde llamas presunto asesino a alguien y tapas la cara de un menor en una foto, y la gente que mata adúlteras a pedradas o frecuenta a prostitutas de doce años se rula de risa. Donde quien maneja el machete no es el indígena simpático que sale en el National Geographic, ni el pobrecillo de la patera, ni te reciben con bonitas danzas tribales. Donde lo que hay es hambre, fusiles AK-47 oxidados pero que disparan, y televisión por satélite que cría una enorme mala leche al mostrar el escaparate inalcanzable del estúpido Occidente. Atizando el rencor, justificadísimo, de quienes antes eran más ingenuos y ahora tienen la certeza desesperada de saberse lejos de todo esto.

Y claro. Cuando el pavo de la cámara de vídeo y la sonrisa bobalicona se deja caer por allí, a veces lo destripan, lo secuestran o le rompen el ojete. Lo normal de toda la vida, pero ahora con teléfono móvil e Internet. Y aquí la gente, indignada, dice qué falta de consideración y qué salvajes. Encima que mi Vanessa iba a ayudar, a conocer su cultura y a dejar divisas. Y sin comprender nada, invocando allí nuestro código occidental de absurdos derechos a la propiedad privada, la libertad y la vida, exigimos responsabilidades a Bin Laden y gestiones diplomáticas a Moratinos. Olvidando que el mundo es un lugar peligroso, lleno de hijos de puta casuales o deliberados. Donde, además, las guerras matan, los aviones se caen, los barcos se hunden, los volcanes revientan, los leones comen carne, y cada Titanic, por barato e insumergible que lo venda la agencia de viajes, tiene su iceberg particular esperando en la proa."

Arturo Pérez Reverte




Joroba reconocer que Pérez Reverte, tiene razón. Sí, la tiene y me da la certeza que quiere arropar a Sanchez Drago, sobre el tema de los cooperantes secuestrados y las polémicas opiniones de éste último.

Pero eso no quiere decir que Sánchez Drago, tenga derecho a insultar y ridiculizar un auténtico drama. Pues ahí si que no debería darse ningún apoyo.

No he podido evitar, el recordar que el que está escribiendo éste post (YO) estuvo a punto de morir ahogado en un río salvaje en Indonesia (Río Ayung) cuando volcamos con aquella barca, hace unos años...
Uno se da cuenta cuando la muerte te pisa los talones, que te has metido en un lío que te cagas. Que no debí meterme jamás aguas abajo de aquel río y firmar el certificado de defunción anticipado por si te pasa cualquier desgracia, que dicho sea de paso es muy fácil.

Allí no hay helicoptero del 112 ni madre que te parió, no estás en Huesca sino en el culo del mundo, estas en Asia, y una pijotada te puede salir cara; puedes morir fácilmente y además, quedarte allí bien muertecito. Es necesario saberlo.

Claro que mis conclusiones en ORO PURO que saqué de aquella experiencia no tienen precio...

Si entonces mi suerte hubiese sido otra y hubiese estado quince segundos más debajo de aquellas corrientes salvajes, no les hubiese gustado a mi familia, escuchar ningún comentario estúpido, ni siquiera del Rey de España.

Los hijos de los listillos de turnos (si los tienen), deben de estar muy bien asesorados.

Ojalá les vaya bien a toda esta gente de opinadores de mierda que piensan tener la verdad absoluta cada vez que abren la puta boca.

P.D.

Que conste que soy un fiel seguidor de Arturo Pérez Reverte y lo admiro por decir muchas verdades, pero cuando tira, tira a dar el H.P.

-Vídeo muy fuerte... cuidado!!

2 comentarios:

  1. No es la primera vez que Reverte escribe sobre esto, ya leí otro artículo sobre una inglesa creo que quería demostrar la bondad de la gente y se disponía a recorrer el mundo en traje de novia, no tardaron en matarla. Por supuesto si yo fuera la familia de los afectados no me haría gracia el artículo, lo cual no quiere decir que no tenga razón. Reverte es de los pocos, por no decir el único que llama a las cosas por su nombre.

    Saludos

    P.D. no tenía que haber visto el video

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  2. Saludos desde México.
    Ya había leido un artículo de Reverte, es directo, tiene los cojones bien puestos en su lugar. Además a quien habla con conocimiento de causa, nada se le puefe refutar.
    Hasta luego, que tengas mucha chamba.

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