martes, 5 de enero de 2010

Amargados, pobres amargados...



Ésta noche en un programa de radio, me llamó mucho la atención una señora o señorita auxiliar de vuelo. En su intervención explicaba la presión y amargura que notaba en los europeos.

Nos tienen peor que con Franco, nos dan órdenes por todos los lados y nos gusten o nó, las tenemos que acatar y a ser posible con la mejor de las sonrisas.

Ahora póngase usted el cinturon, y por favor cuando vaya en moto o bici no se olvide del casco... Utilice asientos homologados para los niños, por seguridad, por ecología y por sabe Dios por qué más.

Nosotros los de cuarenta, somos supervivientes de los tiempos aquellos de ir sin cinturón de seguridad y sin casco, supervivientes de los parques infantiles sin protección, los que eran de hierro y con el suelo de tierra, que si te caías, te partías la cara y encima venía tu madre o tu padre y te remataba por tonto.

Últimamente con la ley del tabaco, me da la risa viendo los argumentos que proponen unos y otros.

Yo lo que pienso es que con respeto, todo sería posible. Pero ahí hemos dado de lleno; aquí en éste país de cabrones y cabronas irrespetuos@s, nos hemos vuelto egoístas del todo o del culo, nos interesa pasar la vida cómoda sin miramientos por nada ni por nadie. Nos faltan buenos motivos y razones verdaderas para vivir. Y nos lo hemos ganado a pulso.

Con la ley del aborto, mejor ni la toco, porque todos sabemos nuestra verdad y nuestro ciego interés llevado al límite.

En resumen, no nos aguantamos nadie, nos hemos complicado la vida no respetando a nadie y cada vez tenemos mas leyes que nos imponen. Órdenes a cumplir a pies juntillas y en silencio.


Luego resulta que lloramos como bebitos para desahogarnos de la impotencia que sentimos cuando se nos amenaza con privarnos de nuestra comodidad y mientras nos quedamos alucinados como al otro lado del charco, en algunos lugares, la felicidad es todavía posible. A pesar de ir cinco personas en una motocicleta, la sonrisa brilla en sus caras de oreja a oreja.

-¿Tendríamos que empezar de nuevo desde cero, para quitarnos esa venda que no nos deja ver lo más elemental y esencial?

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