jueves, 3 de diciembre de 2009

Ramas, cierzo y unos ojos azules diluídos...



Salgo del taxi justamente lo necesario. Fuera, sopla el cierzo que me produce nerviosísmo e inquietud, cualquier rama del suelo podría haberme caído a mí, pero no era hoy mi destino, pienso que si en lugar de ramas ligeras y resquebradizas fuesen personas vacías no me llamarían tanto mi atención. Hace días aprendí a no mirar directamente a los ojos a desconocidos.

Mi mujer dice que tengo la mirada demasiado expresiva, unas veces cariñosa, otras agresiva, desafiante y hasta yo mismo me doy miedo cuando de reojo miro al espejo convexo del taxi, podría hacerlo estallar en mil pedazos. Fuí un 60% sordo algo más de veinte años. Ese cuarenta por ciento que tuve, hicieron del azul de mis ojos un color más nervioso e intenso.

Un día incomodado por el cierzo, si permanezco al sol dentro del habitáculo del taxi, me agobio, si bajo la ventanilla, tengo frío. Mis labios empiezan a sangrar, cortados con el bisturí natural de Zaragoza. Y como todos los diciembres antes de navidad, con el mal tiempo. Con las ramas que caen a mi paso, junto al Canal Imperial.

Los cláxones suenan agresivos y nerviosos en el atasco con olor a tranvía. A los patos que hay junto a la Vía de Pignatelli, parece no importarles mucho nuestra vida ¿civilizada?, ellos sólo quieren agua para nadar, nosotros dinero y tiempo que no tenemos.

Nuevamente sumerjo todo el cuerpo en el mar de mi vida, me quedo aún más sordo con el agua, el azul de mis ojos se diluye con el azul del cielo reflejado en el agua, insonorizado.

Hay días que no apetece salir del agua por miedo a que te ahoguen afuera.

2 comentarios:

  1. Hola
    es que el viento de Zaragoza es mucho viento, y muy frío.
    A veces es mejor quedarte dentro, aislado del mundo o de las tonterias que se oyen por la paradas: lamentos al viento que no llevan a ninguna parte y que solo sirven para perder el tiempo

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